Después de una semana de construir con un Techo para mi País, puedo sacar varias conclusiones:
Primero: no importa tus pocos o nulos conocimientos de construcción. Lo más importante es tu voluntad, sin ella lo demás no importa. Si tenés voluntad, aprendés cómo utilizar las herramientas y entendés las diferentes partes que compone una casa.
Segundo: tu cuerpo se esfuerza al máximo. Te duelen músculos que ni sabías que existían, pero después de ver la felicidad de la familia que le construíste la casa, esos dolores los dejás de sentir. El alimento que es esa alegría para tu alma, te hace olvidar de los dolores que sentís. Les das un significado y un objetivo. Sos jóven y a los pocos días esos dolores se van. Pero, las sonrisas de esas familias las llevas con vos.
Tercero: grandes amigos conocerás. Si vas solo o con alguien, es imposible que no te hagas amigos de nadie. No sólo aprendés los nombres de los de tu patrulla, sino también de los demás que te encontrás en las mesas, caminando hacia las casas, en los juegos, a la espera de indicaciones o en la misma cola del baño. Se convierten en tu familia. Los primerizos como yo, comparten sus experiencias y los más experimentados te guían y aconsejan. El staff de cada escuela, te ayuda con lo que necesites y te hacen sentir que todo esta planeado y seguro que nada te puede faltar.
Cuarto: a pesar de las incomodidades y ciertos dolores, querés hacer más. Te quedaste con un gusto «bittersweet»: hiciste algo por el país y ahora querés hacer mucho más. Hay mucho por hacer y tu ayuda por más mínima que sea es necesaria. Hay muchas áreas para elegir y que necesitan de tu ayuda. Una nueva adrenalina esta corriendo por tu cuerpo. Una que no la vas a encontrar si no es seguir ayudando y ayudando. Algunos la podrían llamar adictiva, pero ¿qué mejor adicción que dejar de preocuparse y empezar a ocuparse de nuestro país?
Con éstas cuatro razones, no hay mejor forma de empezar a hacer algo más por tu país. Creeme que tu felicidad se cuadruplicará.
Fanny Lola 